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Axel: el último pagano.

Cuando nació desee que fuera el más justo, el más fuerte y el más alegre. Pero no nació. Lo sacaron. Al ver que los esfuerzos de su madre eran en vano, un médico iraquí probó con un lazo de vaquero alrededor de su cabeza, pero tampoco funcionó. Después de dieciocho horas de puja y una madre al borde del colapso, los médicos me pidieron la autorización para proceder con la cesárea.  Pesaba cinco kilos y era macizo como el cachorro de un felino de monte. De tanta puja salió con la cabeza alargada como un dios pagano. Provocó una correría de enfermeras suecas cuando descubrieron unas manchas oscuras de jaguar en sus nalgas. Intenté explicarles que eso era la mancha mongólica, pero no me creyeron hasta que llegó una obstetra y las calmó con artilugios académicos. Nació en Escandinavia pero no cabían dudas: era un hijo de la Amazonía. Le llamaríamos “Otorongo”, que significa jaguar. La propuesta del nombre no progresó. Luego de largas y acaloradas negociaciones acordamos ponerle